Textos sobre el Espíritu Santo

Presentamos algunos textos que nos permiten reflexionar sobre el Espíritu Santo. Puedes encontrar mucho material de reflexión y formación sobre el Espíritu Santo, en esta ocasión recopilamos algunos textos e información de apoyo.

Doce grandes textos del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

Doce citas imprescindibles para comprender el papel del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento:

  1. El Bautismo de Jesús: Mc 1, 9-11
  2. Las tentaciones de Jesús en el desierto: Lc 4, 1-13
  3. Nacer del Espíritu: Jn 3, 1-21
  4. El Espíritu del Señor está sobre mí: Lc 4, 16-21
  5. El don del Espíritu concedido por el Padre: Jn 14, 26
  6. Conocer el Espíritu que se nos ha dado: Jn 3, 1-4,6
  7. Pentecostés: Hch 2, 1-36
  8. El bautismo del centurión Cornelio: Hch 10, 34-48
  9. La carne y el Espíritu: Rm 8, 5-9
  10. La ley y el Espíritu: Rm 8, 1-17
  11. Hijos de Dios: Rm 8, 14-16
  12. La diversidad de carismas: 1 Cor 12, 4-11

Nada nos separará

En los textos de San Pablo nos muestra con frecuencia como el Espíritu Santo ayuda al creyente, en este caso a estar más allá de las dificultades.

Mirad:
No habéis recibido un Espíritu
que os haga esclavos
y os vuelva al temor.

Habéis recibido un Espíritu que os hace hijos
y que os permite gritar: ¡Padre!
¿Cabe decir más?

Si Dios está a favor vuestro,
¿quién podrá estar en contra?

El que no escatimó a su propio Hijo
sino que lo entregó por nosotros,
¿cómo es posible que con El no nos lo regale todo?

¿Quién podrá separamos de ese amor de Cristo?
¿Acaso las dificultades, las angustias,
las persecuciones, la violencia….?
Todo eso lo superamos de sobra
gracias al que nos amó.

Porque estoy convencido
de que mi la muerte, ni la vida,
ni lo presente, ni lo futuro,
ni los de arriba, ni los de abajo,
en una palabra:
nada ni nadie podrá separarnos
de ese amor de Dios
manifestado en Jesucristo.
                                               (Romanos 8, 15-16.31-39)

Texto «La gran riqueza: la fe en el Espíritu Santo»

Como siempre que abordamos el ámbito de lo sobrenatural y tratamos de poner en contacto la infinitud y la finitud, lo temporal y lo eterno, Dios y su criatura, el alma y Dios, nos hallamos ante el misterio, ante una serie de aparentes oposiciones.

Abandonarnos al Espíritu

¿Cómo resolverlas? Abandonándonos. Es aquí donde encuentran la razón de ser el abandono y la fe, esa fe en la presencia del Espíritu Santo que vive en nuestra alma, en el arquitecto que habita en nosotros, en el huésped divino, que es la vida de nuestra alma.

Para que esta fe sea una fe viva, continua y operante, para que sea verdaderamente una fuerza, es necesario que el apóstol se habitúe al contacto íntimo y profundo con Dios. 

Cuando leemos la historia de la Iglesia desfilan ante nuestros ojos aquellos a quienes Dios ha puesto en las grandes encrucijadas de la historia para suscitar movimientos en los pueblos, para hacer grandes obras en la Iglesia: son siempre almas convencidas en la presencia del Espíritu Santo.

Cuando los primeros apóstoles se pusieron en camino para conquistar el mundo, ¿En qué consistía su riqueza ? Consistía en su experiencia del Espíritu Santo, en sentirle como una Persona viviente y en poder decir, dirigiéndose al pueblo cristiano: ”Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros”. Esta era su gran riqueza.

Disponían de medios humanos y ciertamente los utilizaron: el apóstol san Pablo, que era hombre de estudio y de brillante inteligencia, fue el teólogo del cristianismo. Aquellos que tenían menos talento llevaron a cabo una obra exterior que se ha considerado de menor empeño. Pero todos estaban igualmente convencidos de que el Espíritu Santo vive en nuestra alma.

El Espíritu en nuestra alma

Os invito ha hacer un acto de fe en el Espíritu Santo que habita en nuestras almas. El Espíritu Santo no es un pensamiento o una realidad que vive en las regiones superiores.

Es alguien  que habita en nosotros, que es la vida de nuestra alma, el aliento viviente de nuestra alma; alguien que es el huésped de nuestra alma y que obra sin cesar en nosotros. En consecuencia, debemos resolvernos a vivir con el Espíritu Santo, a dedicarle nuestro tiempo, a encontrarnos con él con frecuencia.

Y cuando entramos en nosotros mismos, como sucede siempre que nos entregamos a la oración o que examinamos nuestros sentimientos para saber a qué altura del camino nos hallamos, lo que en primer lugar y casi exclusivamente debemos buscar es al Espíritu Santo, que vive en nosotros.

Aquí se halla el amigo, aquí el huésped, aquí se halla el arquitecto de la Iglesia y el artífice de nuestra santificación. Aquí se halla aquel que construye la Iglesia, la gran obra para cuya realización nos hace cooperadores suyos.

Pidamos al Espíritu Santo no que nos revele su presencia por medio de un Pentecostés, por medio de manifestaciones exteriores como en el día de Pentecostés, sino que se digne revelarnos su presencia, darnos, al menos, la fe en él.

Porque, como dice nuestro Señor, el que tiene el Espíritu y cree en él, ríos de agua viva manan en su seno, y en su alma se difunde el Espíritu Santo.

Ríos de vida y de luz descienden sobre las almas por obra del Espíritu Santo, pero también gracias al alma que abre, por así decir, las esclusas divinas mediante la fe en el Espíritu Santo.

Reflexionando Llama de amor viva (S Juan de la Cruz)

Presentamos dos textos que nos pueden ayudar a reflexionar sobre el Espíritu Santo, en primer lugar la poesía «Llama de amor vida» de San Juan de la cruz, y a continuación un comentario basado en el propio texto de explicación escrito por el santo.

Llama de amor viva

¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.
¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!

Comentario

San Juan de la Cruz ha escrito una oración al Espíritu Santo en versos inflamados. Es su “Llama de amor viva”.

Las tres primeras estrofas del poema comienzan con un grito de invocación al Espíritu, que “Llama de fuego” que enciende e inflama (estrofa 1ª), y es cauterio que abrasa y purifica (estrofa 2ª), y es lámpara que ilumina irradia resplandores (estrofa 3ª).

La cuarta estrofa es un suave remanso de acogida a Cristo, que mora en el templo interior del alma, previamente inflamada, purificada e iluminada por el Espíritu.

Así el poema comienza con una intensa oración al Espíritu, y concluye con una palabra a Cristo, el “Querido” del alma.

Oración al Espíritu Santo, aposentador de Cristo en nosotros. Y a Cristo mismo, que gracias al Espíritu mora en el más profundo centro del alma, más allá de las cavernas del sentido, en aspirar sabroso, de bien y gloria lleno.

A eso llama Juan de la Cruz la “Fiesta del Espíritu Santo en el alma del hombre”.

Lo dice al comentar los tres primeros versos del poema:

“Porque en la sustancia del  alma, donde ni el centro del sentido ni el demonio puede llegar, pasa esta fiesta del Espíritu Santo… tanto más segura, sustancial y deleitable, cuanto más interior es; y cuanto más interior es, es más pura… Porque Dios el obrero de todo… Que, por cuanto el alma no puede obrar de suyo nada si no es por el sentido corporal, ayudada de él, del cual en estacazo está ella muy libre y muy lejos, su negocio es ya sólo recibir de Dios, el cual solo puede en el fondo del alma, sin ayuda de los sentidos, hacer obra y mover al alma en ella”                              

San Juan de la Cruz, Llama 1,9

                                  

¿Qué es el espíritu?

Tomamos esta reflexión poética “Inasible Espíritu”, uno de los textos del libro “Treinta símbolos para orar” que nos presenta una reflexión sobre el Espíritu Santo.

¿Es el Espíritu un pájaro?
Preguntaba al profesor el alumno distraído.
No – era la respuesta del Maestro.
Ciertamente sobrevuela
nuestras cabezas e ideas
y, al aletear, golpea
las contraventanas de los corazones.
Pero esquivará la más sofisticada escopeta,
sorteará cualquier trampa
y se evadirá de las más segura jaula.
Son sus mensajes de paz
y de libertad serena
los provocadores del espejismo
que confunde la paloma y el Espíritu.

¿Es el Espíritu un fuego?
fue la segunda pregunta.
Tampoco – dijo el Maestro.
Bien es verdad que es capaz
de hacer saltar del asiento
al cristiano acomodado
derritiendo como hielo
los labios atrofiados,
los sentimientos marchitos,
los frenados corazones:
todo lo estático o seco.
Pero no es un fuego indiscriminado
que nos impida acercarnos.
A su paso no sólo quedan cenizas
queda calor y tibieza,
rescoldos y resplandores
y por eso han confundido
al fuego con el Espíritu.

¿Es el Espíritu un viento?
esperaba el alumno acertar su pregunta.
Quizá – dudó esta vez el Maestro.
Pues como brisa refresca
o como huracán azota.
No hay muros que lo contengan
y otras veces ni se nota.
Como el viento es inasible
y se escapa entre los dedos;
donde quiere sopla o se detiene
pero tampoco es un viento.

¿Entonces qué es el Espíritu?
Amor – y puso punto el Maestro.

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