El contexto histórico del Nuevo Testamento
Para comprender bien el Nuevo Testamento es necesario conocer el contexto histórico en que fue escrito, principalmente características culturales, religiosas, sociales o económicas.
El Nuevo Testamento se escribe a lo largo del siglo I. Aproximadamente entre el año 40 y el 110 d.C dentro de una cultura judía y griega.
El pueblo judío, las zonas de Galilea (rural y pobre) y Judea (donde está la capital Jerusalén), no es un estado independiente. El imperio romano domina e impone reyes colaboradores y por su puesto cobra muchos impuestos.
Existe una gran diferencia social, de un lado quienes se aprovechaban del poder y de otro, el resto que a penas sobrevive.
Es un pueblo muy religioso, practicante, conocedor del antiguo testamento al que llaman «la ley y los profetas«. Cumple la ley de Moisés y espera un mesías religioso, político y militar liberador de la opresión, según lo anunciaron los profetas.
Jesús se disponía marchar a Galilea, cuando encuentra a Felipe y le dice: —Sígueme. Felipe era de Betsaida, patria de Andrés y Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice: —Hemos encontrado al que describen Moisés en la ley y los profetas: Jesús, hijo de José, natural de Nazaret. Responde Natanael: —¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno? Le dice Felipe: —Ven y verás. Viendo Jesús acercarse a Natanael, le dice: —Ahí tenéis un israelita de verdad, sin falsedad. Le pregunta Natanael: —¿De qué me conoces? Jesús le contesta: —Antes de que te llamara Felipe, te vi bajo la higuera. Responde Natanael: —Rabí, tú eres el Hijo de Dios, el rey de Israel. Jesús le contesta: —¿Crees porque te dije que te vi bajo la higuera? Cosas más grandes que éstas verás.
Evangelio de Juan 1, 43-50
Los judíos (seguidores de la ley de Moisés) se consideran el pueblo elegido de Dios. Para ellos el resto de personas son «gentiles» o «griegos». Un gentil puede convertirse y hacer judío si cumple la ley de Moisés y si es varón, circuncidandose.
A nivel social, existe una casta llamada fariseos: muy religiosos, expertos y cumplidores de la ley. Otra de saduceos que dirige el templo y sacan provecho de la ocupación romana ya que tenían cierta libertad de acción.
Los judíos viven junto a los samaritanos (Samaría está situada entre Galilea y Jerusalén), a los que desprecian por considerar que se han alejado de Dios y no cumplen su ley, ya que incluso tienen un templo propio.
La mayor parte de la población es analfabeta y tiene una economía agrícola de subsistencia. Por lo tanto, muchas de las palabras y parábolas de Jesús son propias de un contexto rural y agrícola.
El reinado de Dios es como un hombre que sembró un campo: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, luego la espiga, y después el grano en la espiga. En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la siega. Dijo también: —¿Con qué compararemos el reinado de Dios? ¿Con qué parábola lo explicaremos? Con una semilla de mostaza: cuando se siembra en tierra es la más pequeña de las semillas; después de sembrada crece y se hace más alta que las demás hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden anidar a su sombra.
Evangelio de Marcos 4, 26-32
Los impuestos, para el imperio, el templo y las familias gobernantes asfixian al pueblo llano. Se cobran mediante una red de recaudadores conocidos como publicanos.
En general en el contexto histórico del nuevo testamento hay que ver que se trataba de una sociedad muy desigual.
Existe una grave desigualdad hacia la mujer. Su testimonio no tiene valor, no es igual ante la ley, en muchas ocasiones su situación la convierte en socialmente impura (menstruación, parto…). Los niños también están muy poco considerados y no tienen ningún tipo de protección o educación.
Le acercaron también unos críos para que los bendijera. Los discípulos al verlo les reprendían. Pero Jesús los llamó diciendo: —Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, pues a esos tales les pertenece el reino de Dios. Os aseguro que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Evangelio de Lucas 18, 15-17
El pueblo considera las enfermedades (por ejemplo las de la piel) como castigo de Dios por sus pecados o los de su familia y fuente de impureza. Como consecuencia se aisla socialmente a los enfermos y quedan condenados a la indigencia.
Un día en que estaba enseñando asistían sentados unos fariseos y doctores de la ley que habían acudido de todas las aldeas de Galilea y Judea y también de Jerusalén. Él poseía fuerza del Señor para sanar. Unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo y colocarlo delante de Jesús. Al no hallar modo de meterlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, por el tejado, lo descolgaron con la camilla poniéndolo en medio, delante de Jesús. Viendo su fe, le dijo: —Hombre, tus pecados te son perdonados. Los fariseos y los letrados se pusieron a discurrir: —¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién, fuera de Dios, puede perdonar pecados? Jesús , leyendo sus pensamientos, les respondió: —¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil? ¿Decir: se te perdonan los pecados, o decir: levántate y camina? Pues para que sepáis que este Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados –dijo al paralítico–, yo te digo: levántate, carga con tu camilla y vuelve a tu casa. Al instante se levantó delante de todos, cargó con lo que había sido su camilla, y se fue a su casa dando gloria a Dios.
Evangelio de Lucas 5, 17-25
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