¿Jesús hacía milagros?

Los evangelios nos cuentan que Jesús hacía milagros como signos o señales para manifestar la gloria de Dios y mostrar
que era su hijo. Es la manera de dar a conocer el perdón y la misericordia que Dios tiene con todos.

Lo que se cuenta en el Nuevo Testamento no pretende dar una visión de lo sucedido con criterios históricos o periodísticos tal y como los entendemos ahora, son obras catequéticas que nos muestran a un Dios amor, y los milagros son el lenguaje de Dios.

Uno de aquellos días subió él a una barca con los discípulos y les dijo: —Vamos a cruzar a la otra orilla del lago. Zarparon y, mientras navegaban, él se quedó dormido. Se precipitó un temporal sobre el lago, la barca se anegaba y peligraban. Entonces fueron a despertarlo y le dijeron: —¡Maestro, que nos hundimos! Él se despertó e increpó al viento y al oleaje; cesaron y sobrevino la calma. Les dijo: —¿Dónde está vuestra fe? Sobrecogidos de estupor se decían: —¿Quién es éste que da órdenes al viento y al agua, y le obedecen?

Evangelio de Lucas 8, 22-25

De la misma forma que leemos en los relatos las parábolas con las que Jesús nos habla de Dios y su Reino, también nos muestran a Jesús realizando milagros, siempre en favor de las personas porque nos hablan de la presencia del Reino de Dios entre nosotros.

Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias. Su fama se difundió por toda Siria, de modo que le traían todos los que padecían diversas enfermedades o sufrían achaques: endemoniados, lunáticos, paralíticos y él los sanaba. Le seguía una gran multitud de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.

Evangelio de Mateo 4, 23-25

Para entender bien el significado de los milagros que hacía Jesús tenemos que fijarnos en unas características comunes:

1) La presencia del milagro va unida a la fe. Jesús pide fe para que se realice el prodigio. La fe provoca milagros y la falta
de fe los hace imposibles.

2) En ellos se muestra que el reino de Dios ha llegado. Representan una victoria sobre el mal.

3) Devuelven y restauran. Reintegran a la sociedad a aquellas personas que por sus enfermedades físicas o mentales estaban apartadas por la gente. Vuelve a darles su lugar en medio de los hermanos y para que se vea la gloria de Dios.

Una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, que había sufrido mucho en manos de distintos médicos gastando todo lo que tenía, sin obtener mejora alguna, al contrario, peor se había puesto, al escuchar hablar de Jesús, se mezcló en el gentío, y por detrás le tocó el manto. Porque pensaba: Con sólo tocar su manto, quedaré sana. Al instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado sana. Jesús, consciente de que una fuerza había salido de él, se volvió a la gente y preguntó: —¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le decían: —Ves que la gente te está apretujando, y preguntas ¿quién te ha tocado? Él miraba alrededor para descubrir a la que lo había tocado. La mujer, asustada y temblando, pues sabía lo que le había pasado, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Él le dijo: —Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia. 

Evangelio de Marcos 5, 25-34

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